12.11.08

Vivo en una caja para personas. Es un cuadrado perfecto y no tiene tapa. Nosotros no nos escapamos. El techo es cielo negro de salón de actos con una bola blanca que dice tener cara de luna.

Las cajas a veces guardan sorpresas, aunque nunca dejan de ser cajas. Esta ahora está custodiada por una veintena de paquetes enormes de papel. Proyectan sus formas torpes rodeándose de luz naranja.

Pasan caras de noviembre, enfundadas en abrigos y cogidas del brazo. Sonrisas de frío, pasos ligeros, se cruzan desde todas las direcciones. Pero no dicen nada, todas tienen su cometido en la caja. Y yo también debería tenerlo.

Las campanadas me sacan de este mundo iluminado. Se ha hecho la hora. Me dirijo a una esquina y doy por terminada mi tarea de hoy. Mi caja es un cuadrado perfecto y no tiene tapa. Nosotros no nos escapamos.

1 comentario:

Castaway dijo...

Qué bueno es tener momentos sin nada que hacer, en los que poder parar un poco y observar el mundo alrededor, las caras, actitudes, direcciones, caminos...Ratitos sin rumbo que acaban indicándote una dirección más precisa que muchas brújulas.