Los recuerdos migran, chocan y estallan en latido.
De quien me enseña a vivir, a abrir piruletas.
Del mejor cronotrópico positivo,
de lo que sigue siendo una buena excusa
para salir de la cama por las mañanas,
o de una catedral que aún se sonroja.
Tazas de café derretidas en sonrisas.
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