Era un pez muy bonito. Sus escamas guiñaban cómplices a la luz que las iluminaba. Paseaba con parsimonia por su pecera, ondeaba impulsado por ráfagas de alguna fuerza invisible.
Y era feliz en su vida circular.
A veces recorría círculos grandes, pegado al cristal. Se sentía imponente observando que podía acorralar su vida. Nadaba dejándola en el centro y la vigilaba bien desde esa posición.
Otras, prefería hacer un círculo más pequeño, que enlazaba con otro y otro, hasta que perdía la cuenta e incluso la forma de sus círculos.
Algún día hasta se aventuraba a recorrer el diámetro de la pecera en línea recta.
Se sentía feliz en su vida circular.
Describir cada circunferencia era un reto, y estaba orgulloso de ellas. Se trataba de una misión importante.
En su camino redondo no miraba nunca afuera del cristal que abrazaba su mundo. Tenía suficiente en ese redondel y con ese redondel.
Y se creía feliz en su vida circular.
2 comentarios:
Bueno, la primera vez que entro aquí, me alegro que me dieras la dirección. Me encantan las ideas que pones en todo lo que escribes. Gracias por esforzarte en hacernos ver cada día que hay cosas más allá de nuestras propias narices.
Los peces son un poquito tontos, desmemoriadillos... o al menos eso pensamos los humanos.
Lo que a todos nos cuesta reconocer es que ellos no pueden tropezar.
Tanta evolución para nada.
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