Ayer viste un edificio agazapado
tras los cipreses escarpados.
Te miraba furioso,
celoso quizá de tu fortuna
y se le encendían los ojos.
Ajeno a todo
o más consciente que nunca del mundo
estabas tú,
revelado en blanco y negro,
con el sol poniéndose en tus pupilas.
De tu mano una mujer
se aprendía de memoria
cada detalle de tu piel,
tratando de impregnarse de ti
hasta que volviera a verte.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario