28.6.08


Las lágrimas de la viola

rasgan el aire.


El arco gime

llamando a la desesperanza.

En su lamento

acaricia a las cuerdas,

que contestan

con la voz quebrada.


Vieja melodía,

vieja la viola.

Viejos conocidos,

viejos los amantes.


Las lágrimas de un violista

rasgan el aire.

Y ella llora bajo sus dedos.

Y le entiende más que nadie.

27.6.08

Era un pez muy bonito. Sus escamas guiñaban cómplices a la luz que las iluminaba. Paseaba con parsimonia por su pecera, ondeaba impulsado por ráfagas de alguna fuerza invisible.

Y era feliz en su vida circular.

A veces recorría círculos grandes, pegado al cristal. Se sentía imponente observando que podía acorralar su vida. Nadaba dejándola en el centro y la vigilaba bien desde esa posición.

Otras, prefería hacer un círculo más pequeño, que enlazaba con otro y otro, hasta que perdía la cuenta e incluso la forma de sus círculos.

Algún día hasta se aventuraba a recorrer el diámetro de la pecera en línea recta.

Se sentía feliz en su vida circular.

Describir cada circunferencia era un reto, y estaba orgulloso de ellas. Se trataba de una misión importante.

En su camino redondo no miraba nunca afuera del cristal que abrazaba su mundo. Tenía suficiente en ese redondel y con ese redondel.

Y se creía feliz en su vida circular.

18.6.08

Quería saberlo todo.

Quería tenerlo todo.

Pensaba, y la boca se le llenaba de palabras.

Y quería escribirlas todas.

Quería hablar del mundo,

de las pinturas de colores,

de los libros de aventuras,

de los dibujos de Escher.

Quería que las letras que escribía

sonrieran desde el papel,

se te colaran en la camisa

y te tocaran el ombligo.

Quería que los ojos de sus palabras

se plagaran de lágrimas

y te llenaran al mirarlos

hasta hacerte rebosar.

Entonces hablaría de las personas.

De un niño que patalea

porque su helado se ha caído al suelo.

De un ejecutivo que patalea

porque la bolsa se ha caído al suelo.

De la niña que colorea un sol

sin salirse de los bordes.

De la mujer que se pinta los ojos

sin salirse de los bordes.


Y así creía que entendería el mundo.